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Sunday, October 25, 2015

Soneto de amor CXXXII (132)

Amo esos ojos que apiadados 
Del tormento que tu desdén me inflige 
Se han vestido de negro y dulcifican 
Cual un bálsamo tierno mis dolores 
Y en verdad, ni el sol de la mañana 
En las grises mejillas del oriente 
Ni la lúcida estrella vespertina 
En el poniente y su serena gloria 
Brillan cual tus ojos enlutados. 
También tu corazón se digne entonces 
Llorar por mí, si el luto te es propicio, 
Compartan tu piedad todas tus partes, 
Y juraré que la belleza es negra, 
Y detestables los matices claros. 

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