¿Fue que su verso henchido a toda vela,
sediento del botín de tu persona,
hizo que naufragaran mis ideas
y allí donde nacieron, hoy reposan?
¿O acaso su estro insigne, que fraguaron
maestros espectrales, me fulmina?
No, ni él ni sus noctámbulos aliados
harían enmudecer a mi poesía.
No, ni él ni ese fantasma complaciente
que le estiba el ingenio por las noches
tiene razón para enorgullecerse:
son de muy otro signo mis temores.
Fue al ver cómo llenabas sus estrofas
cuando las mías se volvieron flojas.
sediento del botín de tu persona,
hizo que naufragaran mis ideas
y allí donde nacieron, hoy reposan?
¿O acaso su estro insigne, que fraguaron
maestros espectrales, me fulmina?
No, ni él ni sus noctámbulos aliados
harían enmudecer a mi poesía.
No, ni él ni ese fantasma complaciente
que le estiba el ingenio por las noches
tiene razón para enorgullecerse:
son de muy otro signo mis temores.
Fue al ver cómo llenabas sus estrofas
cuando las mías se volvieron flojas.
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