Cuando pulsas, mi música, el teclado
Con la danza aleteante de tus dedos
Y le arrancas con grácil movimiento
Acordes que seducen mis oídos,
Envidio a los listones que dan brincos
Por besarte la palma de la mano,
Y la audacia de la madera inerte
A mis tímidos labios ruboriza.
Por esa sensación se trocarían
En las teclas que rozas con dulzura,
Dando airosamente al leño muerto
Lo que a labios vivientes has negado.
Si tus dedos los hacen tan dichosos,
Dáselos, y a mí dame tus labios.
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